El desembarco de KFC en Uruguay marca un nuevo capítulo en la expansión de franquicias internacionales en un mercado chico pero en constante movimiento. Con su primer local en Punta Carretas Shopping y planes de abrir entre 20 y 25 sucursales en cinco años, la marca llega con una propuesta sólida que combina su identidad global con una narrativa local bien cuidada: 80 % de insumos uruguayos, generación de empleo inmediato y una estética reconocible que no necesita demasiada explicación. Uruguay, que ya recibió marcas como Mostaza, Lucciano’s y El Club de la Milanesa, parece no saturarse: sigue siendo terreno fértil para experiencias nuevas, siempre que hablen con claridad y coherencia al consumidor.
Lo más interesante del arribo es cómo KFC plantea su diferencial desde la comunicación. En un rubro como la gastronomía, donde la mayoría de los empresarios PyME no pauta por sus márgenes ajustados, KFC apuesta a una estrategia omnicanal: teasers en redes, contenido propio, cobertura en medios, voceros institucionales y un mensaje claro que entrelaza tradición internacional y compromiso local. No solo vende pollo: vende una experiencia que ya está instalada en la mente del consumidor global, y ahora busca anclarse en lo emocional, cultural y cotidiano del consumidor uruguayo.
Sin embargo, la marca no logró un despliegue amplio en redes sociales a través de creadores locales, y la noticia no se masificó más allá de los medios tradicionales. Un ejemplo que destaca por su cuenta propia fue el de Pipi Comunica, cuyo video sobre la llegada de KFC superó las 54.000 visualizaciones en TikTok y más de 3.500 interacciones, además de 14.400 visualizaciones y más de 550 interacciones en Instagram. Este tipo de casos orgánicos demuestra el valor de integrar comunicadores nativos digitales para alcanzar a públicos que ya no consumen televisión, radio ni portales informativos, y que definen su percepción de marca a través de lo que ven en sus timelines.
